Opinión 12 de Octubre de 2024

La conmemoración de la Revolución de Octubre: lecciones y legado de la teoría de Lenin

En octubre se celebra el aniversario número 107 de la primera revolución obrera de la historia. La cuestión pertinente después de más de un siglo es: ¿qué enseñanza crucial ofrece la Revolución de Octubre para entender una revolución? El principal legado de la Revolución Socialista es, indudablemente, la validación y evolución de la teoría leninista de la revolución. El éxito del proletariado ruso encabezado por el partido bolchevique no es una mera eventualidad ni un producto predecible del desarrollo histórico, en contraposición a la creencia de los intelectuales de la Segunda Internacional. 

La Revolución de Octubre representa una interpretación precisa y una acertada dirección de la lucha obrera, basada fielmente en los principios del marxismo, aplicados con creatividad y adecuación histórica. La concepción dialéctica del desarrollo histórico permitió a los bolcheviques mantener su independencia de clase, intensificar las contradicciones políticas, guiar a las masas trabajadoras, lograr el poder y establecer el primer Estado proletario. Tal es la magnífica obra del proletariado ruso, la perseverancia del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia-bolchevique (POSDR-b) y el genio incomparable de V.I. Lenin.

Para desentrañar las contribuciones de la Revolución de Octubre a la teoría marxista-leninista de la revolución, es necesario comprender el fenómeno de la lucha de clases desde la abdicación del Zar en febrero hasta la toma del poder por los Soviets en octubre, bajo la dirección bolchevique, así como las estrategias tácticas derivadas del pensamiento de Lenin, su metodología y aplicación práctica. 

El enfoque en la táctica de la revolución proletaria

Según el historiador Marcel Liebman, el pensamiento de Lenin estaba especialmente preparado para comprender los rápidos eventos que llevaron a la Revolución de Febrero, rivalizado solo por el menchevique Bogdánov y el bolchevique de derecha, Trotsky. Lenin, como señala Liebman, desarrolló continuamente su pensamiento dialéctico materialista, a tal punto que en plena confrontación imperialista estudiaba la Ciencia de la Lógica de Hegel. Este enfoque le permitió estar listo para los momentos críticos de la revolución de 1917. 

La esencia de la revolución

En 1913, Lenin escribió que las revoluciones no ocurren por azar; para que haya una revolución, debe existir una situación revolucionaria. No obstante, no toda situación revolucionaria se transforma en revolución. Lo que permite el desenlace de una situación revolucionaria hacia una revolución es la labor de las fuerzas políticas, la presión revolucionaria de las masas y el partido de vanguardia inspirado en la ideología marxista. Lenin subraya:

Para un marxista, es claro que sin una situación revolucionaria no hay revolución. Además, no toda situación revolucionaria culmina en una revolución. Las características de una situación revolucionaria incluyen:

1) Las clases dominantes ya no pueden mantener su dominación de manera constante; una crisis política en la clase gobernante abre una brecha por la cual se cuela la insatisfacción e indignación de las clases oprimidas...

2) Un incremento notable en la miseria y los padecimientos de las clases oprimidas;

3) Un aumento significativo de la actividad de las masas, generalmente pasivas, que, debido a la crisis, asumen un papel activo (Lenin. La Bancarrota de la Segunda Internacional).

En consonancia con su crítica a las posturas conformistas de la Segunda Internacional, Lenin afirmó en "La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo": la ley fundamental de la revolución, corroborada por todas las revoluciones y específicamente por las tres revoluciones rusas del siglo XX, dice que:

  • para la revolución no basta con que las masas explotadas sean conscientes de su sufrimiento y pidan cambios;
  • es necesario que los explotadores no puedan continuar su vida y gobierno igual que antes. Solo cuando los "de abajo" no quieren y los "de arriba" no pueden proseguir "como siempre", puede triunfar la revolución.

Esto significa que una revolución es inviable sin una crisis nacional que afecte tanto a explotadores como a explotados. Por tanto, para llevar a cabo la revolución, es necesario que la mayoría de los trabajadores comprenda la necesidad de la revolución y esté dispuesta a luchar por ella, y que las clases dirigentes sufran una crisis que movilice a las masas, debilitando al gobierno para que pueda ser depuesto rápidamente por los revolucionarios (Lenin. La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, 1919).

La revolución se manifiesta como un fenómeno histórico en el que hay un choque violento e irreconciliable entre las fuerzas políticas, resultando en la victoria de una de ellas, lo que supone una ruptura histórica. 

La ruptura de la obsoleta superestructura política, enfrentada a nuevas relaciones de producción, sucede en un momento clave: su caída es inevitable... El pueblo debe crear, mediante sus representantes, una nueva superestructura. Eventualmente, la inutilidad de la vieja superestructura se vuelve evidente para todos; es entonces cuando todos reconocen el cambio necesario. La pregunta ahora es: ¿qué clases y cómo exactamente deben construir la nueva superestructura? (Lenin. Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, 1905).

Entre dos poderes: la clave del cambio

Es fundamental entender que para Lenin las revoluciones comienzan con una situación revolucionaria, y estas se caracterizan por una dualidad de poderes. Lenin explicaba el dualismo de poderes durante la revolución rusa de la manera siguiente:

¿En qué se manifiesta esta dualidad? Radica en la existencia simultánea del Gobierno Provisional y un gobierno incipiente, los Soviets de diputados obreros y soldados... Este es un poder distinto al de la república parlamentaria democrático-burguesa propia de Europa y América en esa época. Este aspecto es a menudo pasado por alto, aunque es esencial para comprender todo el problema. (Lenin. La dualidad de poderes, 1917).

El poder que emana del pueblo, que desafía al del estado burgués, según Lenin, no es establecido por ninguna ley parlamentaria. Es el poder real de la clase obrera, que desconoce la autoridad de los burócratas, "sustituidos por el Poder directo del pueblo o, en todo caso, sujetos a un control especial".

Analizando el contexto histórico

Aun con la fuerza de las masas y la existencia del partido proletario, no es suficiente lograr una revolución socialista exitosa si no se realiza una correcta apreciación del momento histórico. El objetivo es comprender las coyunturas y su relación con la lucha de clases, para plantear las directrices del movimiento obrero y comunista. Este principio otorga propósito a la afirmación leninista:

Lo que constituye el alma viva del marxismo: el análisis concreto de la situación concreta.

Por tanto, para Lenin, el marxismo implica no solo una correcta comprensión teórica del momento histórico (ciencia-teoría) sino también definir las estrategias que debe seguir el movimiento revolucionario (práctica-táctica y estrategia). Esto significa que el marxismo-leninismo actúa como una ideología proletaria de la lucha de clases y como directriz para la acción.  Es por ello que Lenin sostenía:

“Nuestra doctrina no es un dogma, sino una guía para la acción”,

una frase que Marx y Engels repetían mientras criticaban el mero aprendizaje y recitado de fórmulas que, en el mejor de los casos, solo delinean tareas generales, cambiantes según el contexto económico y político particular de un momento histórico. ¿Cuáles son los hechos verificables que guiarán al partido revolucionario del proletariado en sus tareas y formas de operar hoy? (V.I. Lenin, Cartas sobre la táctica, 1976).

Distinguir los hechos objetivos que deben guiar la actuación revolucionaria requiere entender a fondo los desarrollos y particularidades de la lucha de clases. Esto demanda una correcta apreciación del momento histórico y de sus contradicciones; un principio constante en la política de Lenin.  

Para ello, es crucial analizar dos aspectos de cualquier situación; el primero se refiere a las condiciones objetivas; el segundo a las condiciones subjetivas de la lucha de clases. Lenin articula en Contra el boicot, escrito en 1908 en desacuerdo con los Socialistas Revolucionarios (una expresión pequeña-burguesa del movimiento obrero ruso), que:

El marxismo destaca de otras teorías socialistas por su combinación de análisis objetivo de la evolución de la situación con el reconocimiento de la energía, creación e iniciativa revolucionarias de masas e individuos, capaz de conectar con diversas clases. (V.I. Lenin, Contra el boicot).

Lenin sugiere que un marxista riguroso debe analizar las generalidades y peculiaridades objetivas de la lucha de clases. Este enfoque se evidencia cuando Lenin evalúa en Cartas desde Lejos el carácter de la Revolución de Febrero, concluyendo:

El marxismo demanda un examen preciso, y comprobable objetivamente, de las relaciones de clase y de los rasgos particulares de cada momento histórico. Nosotros, los bolcheviques, siempre hemos procurado ser fieles a este requerimiento, indispensable para fundamentar científicamente la política (V.I. Lenin, Cartas sobre la táctica, 1976).

O en Esbozo Biográfico de Carlos Marx:

Solo evaluando objetivamente el conjunto de las relaciones de todas las clases, junto con el grado de desarrollo de la sociedad y sus interacciones, podemos definir de forma adecuada la táctica para la clase de vanguardia (Lenin, Esbozo Biográfico de Carlos Marx).

El análisis dialéctico materialista permitió a Lenin comprender y pronosticar las causas de la revolución burguesa de febrero de 1917, y así, identificar las fuerzas participantes para crear la estrategia que conduciría al éxito bolchevique ocho meses más tarde. 

El autor es militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria-México y colaborador del proyecto educativo autogestivo Secundaria Popular “Carrillo Puerto”. 

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