Opinión 12 de Octubre de 2024

Contra el Pacifismo Acomodado e Inconsciente

Tiempos difíciles para la esencia lírica

Después de que la socialdemocracia y diversos partidos antes denominados comunistas cedieran sin condiciones al capitalismo; tras el abandono de una democracia auténtica, han seguido los movimientos sociales "alternativos" y muchas ONGs antes transformadoras. Estos no son eventos aislados, sino más bien parte de una cadena de acontecimientos.

Numerosas organizaciones civiles en España, desde ecologistas a pacifistas y feministas, se han visto influidas por individuos del trostkismo alineado con el sistema, después de disolver sus propias agrupaciones en los años 90. Así, la inclinación hacia aceptar sin crítica las bases del status quo se ha intensificado.

El abismo entre los sectores transformadores y los que apenas pueden ser considerados reformistas se agranda cada vez más. Solo en ocasiones, el esfuerzo por unificar tácticamente en protestas y barricadas permite alguna forma de trabajo conjunto bajo principios compartidos muy mínimos, para evitar que surjan diferencias insalvables.

Recientemente, una de las fricciones más notorias ha sido la crítica a las organizaciones de resistencia palestinas y libanesas, catalogadas como terroristas por algunas facciones pacifistas. Ignoran el derecho internacional, pero lo peor es la aceptación del discurso de las élites occidentales, resonando únicamente entre los países de la OTAN.

El pacifismo de las élites funciona como una ideología que enmascara la defensa del sistema por parte de las clases dominantes. Utilizan la máscara del deseo de paz global para frenar cualquier insurrección que desafíe el poder establecido, promoviendo una falsa moral que lleva a aceptar la opresión. Bajo esta óptica, la paz sin justicia perpetúa la violencia estructural.

Mientras las clases adineradas pueden optar por la no violencia, los más oprimidos no tienen esa opción. Para los desposeídos de sus tierras, trabajadores explotados, campesinos sin tierra y comunidades marginadas, la lucha es una necesidad vital, no una mera opción moral. Ante la opresión colonial y el abandono global, la resistencia es esencial, incluso si requiere de medios radicales.

Este pacifismo misionero también busca moralizar a las masas, etiquetando de "violentos" a quienes se defienden, mientras pasa por alto la violencia sistémica del capitalismo. Denunciando las resistencias mientras justifica su inacción, perpetúa condiciones de pobreza y guerra. En resumen,

«el pacifismo burgués desmoviliza el espíritu crítico, instando a los oprimidos a ver la sumisión como una virtud

Al criticar la resistencia, los pacifistas de élite perpetúan la dominación. Mientras la OTAN señala el camino, cuestionan poco las violencias sufridas en lugares como Dombás. Su reciente palabra favorita es resiliencia, que enmascara la resignación como una fortaleza. Aunque exaltada, esta noción desvía el enfoque de las causas estructurales, promoviendo una aceptación sumisa en vez de acción colectiva.

La clave en resistir y organizar colectivamente

Es esencial promover la resistencia activa y la organización colectiva. Resistir no es suficiente, hay que enfrentar y cambiar la opresión. La verdadera solidez viene de identificar las fuentes del sufrimiento y organizarse para confrontarlas, incluso físicamente si es necesario. La decisión sobre los métodos de lucha recae en los pueblos, soberanamente.

A pesar de ser partidario de la paz, nunca apoyaré la paz que somete a los oprimidos. Gandhi, un ícono de la no violencia, admitió que en ocasiones, la violencia es mejor que la cobardía. El peor error es la incapacidad de enfrentar la injusticia por miedo.

Los palestinos han buscado pacíficamente el fin de la ocupación durante 75 años. Desde huelgas hasta manifestaciones, han intentado todo, solo para enfrentar represión. Para que la no violencia sea efectiva, debe resaltar en el panorama público, contrastando notablemente con la opresión.

Sin medios que apoyen la causa, la no violencia corre el riesgo de quedar invisible. La falta de plataformas de comunicación limita su impacto, lo que resulta en un sofocamiento por parte de las narrativas oficiales.

La no violencia, aunque eficaz en muchos contextos, enfrenta obstáculos con un enemigo que no conoce la moralidad. Si más del 80 % de los israelíes apoya tácticas militares brutales, ¿quién podría detener a un régimen sin escrúpulos?

Paradójicamente, la no violencia ha sido usada exitosamente por fuerzas contrarrevolucionarias, promoviendo revueltas a favor de potencias establecidas. Esto representa un trágico final para un ideal que nació en la lucha contra la opresión.

Negar la resistencia es condenar al pueblo palestino a desaparecer. Afortunadamente, dentro del movimiento solidario hacia Palestina, los pacifistas de élite son una minoría decreciente. La supuesta superioridad moral del pacifismo es solo una "patología liberal", equivalente a volverse cómplice de opresiones externas. Esa es una reflexión que deben hacerse urgentemente.

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