Disfruto de la actividad física y desde joven hago ejercicio regularmente. Soy un seguidor apasionado de diversos deportes. Existen quienes creen que el deporte y la política no deben interminglarse, generalmente aquellos que no desean que ciertas causas ganen notoriedad pública. Durante la última etapa de la Vuelta a España, algunos aficionados portaban banderas palestinas, algo que me alegró. Reflejaba tanto su entusiasmo por el evento deportivo como su angustia frente a las imágenes diarias de devastación y crímenes contra la población civil palestina.
La gente común se muestra consternada ante el genocidio televisado de una población entera, tolerado por la comunidad internacional. Los civiles fallecidos se cuentan a diario por cientos, con la mayoría siendo niños. Los sufrimientos de los más vulnerables se perpetúan: hambre, escasez, frío, violencia y miedo se enquistan en sus vidas, dejándoles sin esperanza en el futuro.
Israel sigue desmantelando sistemáticamente el territorio palestino siguiendo su plan de arrasarlo por completo.
En Israel, la mayoría de la población espera que el Ejército elimine rápido al enemigo para volver a su rutina. Pocos sienten remordimiento colectivo; la deshumanización del pueblo palestino comenzó mucho antes de la actual masacre. Los medios de comunicación prepararon el terreno para la violencia, difundiendo discursos de odio que desacreditaban a los palestinos. Los israelíes disidentes, que se oponían a medidas como el muro de Cisjordania, fueron públicamente señalados, llevando sus nombres y domicilios a ser publicados por no apoyar la política de eliminación violenta y ocupación territorial.
La comunidad internacional condena la masacre israelí, evitando usar la palabra genocidio. Las presiones del poder económico sionista influyen en el suavizamiento del discurso global.
Israel participa en eventos como Eurovisión mientras bombardea infraestructuras civiles sin consecuencias. Como aficionado al deporte no entiendo la participación de Israel en eventos como los Juegos Olímpicos o la Euroliga de baloncesto. Las federaciones deportivas suelen ceder ante las presiones de patrocinadores que llenan sus arcas. En competiciones como el mundial de fútbol 2022, en un país con violaciones sistemáticas de derechos humanos, prevaleció el festejo sobre la crítica. En occidente, se prefiere mantener la pauta crítica sin tomar acciones decisivas. Somos ciudadanos responsables al separar nuestra basura y obedecer señales de tráfico, suficiente para calmar nuestra conciencia.
La ONU observa el conflicto y emite declaraciones solicitando moderación, pero no toma medidas drásticas como la expulsión de Israel de organismos internacionales ni impone sanciones económicas como hizo con Rusia. La justicia global es desigual, y las corporaciones globales prefieren mantener sus relaciones lucrativas antes que interrumpir la expansión territorial de Israel, incluso a costa de sangre y sufrimiento palestino.
La vida sigue. Dentro de poco, la Real Sociedad se enfrentará en competición europea contra el Maccabi de Tel Aviv, un acto que algunos justificarán como normal y que separará política y deporte. Pero a veces es necesario tomar una postura, aunque ello implique riesgos y críticas públicas.
Espero que mi equipo se niegue a participar en tal pantomima. Abogar por no jugar sería un acto simbólico de solidaridad con el pueblo palestino, recordando al mundo que no podemos ignorar las injusticias. Es posible que la federación sancione a la Real Sociedad por esto, pero debieran considerar la gravedad del contexto.
Fuente: https://www.naiz.eus/es/iritzia/articulos/maccabi-real-un-desencuentro